Cómo le explico a mis padres que soy hacker cuando ellos querían que fuese funcionario

Pablo Martín
Diario de un Hacker Cívico
4 min readSep 3, 2019

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Hay muy pocos que eligen dónde vivir. La mayoría lo hacen donde pueden. Otros vivimos donde nos dejan, en las grietas del sistema.
— PR3SSH

Desde pequeño siempre he sido muy aplicado, tanto en los estudios como en el respeto a las personas. Nací en los 80 en un pueblo de Andalucía donde las relaciones humanas eran extremadamente cercanas y necesarias. Todo sucedía delante de tus ojos, lo bueno y lo malo. De pequeño esos baños de realidad solo te pueden aportar elementos positivos para un desarrollo humano deseable.

Mi primera crisis fue al elegir carrera universitaria al acabar el bachillerato: estaba entre Ingeniería Informática y Trabajo Social. La primera me acercaba al futuro, la segunda al presente. Al final me decanté por la primera. Aun habiendo elegido computación nunca descarrié de mi compromiso, tanto en política como en el apoyo a organizaciones sociales.

Pronto descubrí que aunque el código fuente de los programas informáticos no tenían ideología, sí que la tenían los programadores o empresas que los escribían; tanto en las condiciones de explotación en el proceso de construcción, como en las áreas sobre las cuales se escribían dichos programas (desde cláusulas bancarias abusivas a controladores armamentísticos), en sus arquitecturas (centralistas, descentralizadas o distribuídas), en sus modelos de empresa, en sus comunidades, en sus licencias y muchos otros pequeños elementos. ¿Cómo que la tecnología no tiene ideología? Tiene mucha. El que parezca que no la tiene no es otra cosa que el éxito de ellos frente a nuestro fracaso.

Yo desde pronto lo visualicé y como programador informático me posicioné. Éstas fueron algunas de mis decisiones: licencias libres, comunidades abiertas, modelos de empresa cooperativos y sin ánimo de lucro, lo más distribuído y descentralizado posible siempre intentando distribuir también el poder.

Todas estas elecciones reducen las opciones a la hora de buscar trabajo. El ir contra corriente siempre complica los desarrollos vitales. Al final uno tiene que construir sus espacios. Así intenté hacer en Openkratio y en Enreda y así lo intento cada día en Political Watch.

Ahora entiendo a mis padres. Yo soy ahora padre de dos niñas y entiendo a los míos cuando me decían que querían que fuese funcionario. La búsqueda de la estabilidad y la seguridad en momentos de incertidumbre es algo innato. Puede que la madre y el padre de Aaron Swartz, los de Julian Assange y los de Edward Snowden también hubieran querido que sus hijos fuesen funcionarios; con esa seguridad, con esos horarios establecidos y esa deseada normalidad.

Pero ahora que lo pienso, mis padres jamás me educaron para ser funcionario sino para ser hacker. Me siento un poco como Adrián Paenza. Desde pequeño mis padres se preocuparon por mí y por mi curiosidad, por cultivarla. Me dieron todo lo que estaba a su alcance, tanto en lo económico como en lo geográfico, para que no me faltasen elementos para enriquecerme y buscarme. En diversas festividades me regalaron desde un globo terráqueo, una caja de minerales, un aerógrafo, un microscopio y asi sucesivamente. Lo reconozco, a ninguno de esos regalos le dediqué más de una semana. A la imaginación que desarrollaba antes de tenerlos, millones de horas. Lo material jamás cubrió mis necesidades.

Mis padres, como os digo, jamás me educaron como funcionario porque ellos tampoco eran ni son funcionarios al uso. No son tan listos, no sabían educar en algo que no son. Jugaban mucho conmigo desde chico en juegos que yo pudiera dominar. Hasta mi padre se inventó un juego de cartas que tanto yo como mi hermana pudiéramos dominar con 3 años. Antes además no había Internet ni se vivía a demanda como ahora; las cosas funcionaban de otra forma. El cómo te comportabas en horas de aburrimiento describía mejor tu personalidad que cualquier examen psicológico que se precie.

El agradecimiento es máximo a mis padres por insistir en su misión de educarme como persona, humana y técnica. Ahora que lo vivo con mis hijas le doy todo el valor que pasaba por alto cuando era más joven. Chapó papá! Chapó mamá! Y también mis aspiraciones de mayor se han vuelto un dogma: no dejar de ser feliz y que a nadie se le ocurra arrebatarme mi curiosidad.

Ni Aaron, ni Julian, ni Edward, ni muchos otros ni otras nacieron para ser funcionarios. Y creo que yo tampoco. Al menos tal y como la función pública se entiende en la actualidad. No hay que juzgar a todos por igual pero está claro que en su mayoría la administración no está preparada para implementar cambios radicales y para dar cabida a lógicas transformadoras más globales. Lo que necesitamos ahora, básicamente.

Mi compromiso con lo público es máximo, posiblemente más que el de algunas personas trabajadoras de lo público (sin desmerecer como decía su labor). Está en la responsabilidad de todas buscar escenarios comunes tipo g0v en Taiwan, GDS en Reino Unido o 18F en Estados Unidos (con todas sus diferencias por delante) para dar cabida a la innovación y a la curiosidad dentro de lo público. No nos podemos permitir dejarla fuera por dejar dentro a otros. Creo que todos pueden tener sus espacios y debemos encontrarlos. Mientras tanto, seguiremos trabajando como hasta ahora, yo y el resto de hackers, cívicos o no, que contribuyen en buena medida a hacer de este mundo un lugar mejor.

Sé curioso, lee mucho, intenta cosas nuevas. Creo que lo que mucha gente califica como inteligencia no es más que curiosidad.

— Aaron Swartz

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